Las extravagancias, excentricidades y fanfarronerías le son ajenas: con Lukas Hradecky, tras siete años de exitosa e histórica colaboración, el Bayer 04 no solo pierde a un portero y capitán excepcional, sino también a una persona de gran calidad humana.
«Uno nunca se va del todo», dice una conocida canción popular. Y lo que en muchos casos podría deberse más al deseo de quienes se quedan, en el caso de Lukas Hradecky se cumple al cien por cien. El guardameta internacional finlandés, que deja el Bayer 04 tras siete años como número uno rumbo al AS Mónaco, deja una huella profunda, como grabada en piedra.
Y no solo como portero y capitán que lideró a la Werkself en 286 partidos oficiales, sino sobre todo como persona. Se suele decir que los porteros piensan de forma diferente a los jugadores de campo, ya que el mayor estrés que implica ser la última opción en el terreno de juego se descarga de otro modo. Pero a Hradecky le son totalmente ajenas esas excentricidades. Tampoco conoce las ínfulas de estrella ni las fanfarronadas. Cuando dice algo, siempre tiene fundamento y está guiado por el sentido común.
Del mismo modo, Hradecky no es de los que se dejan llevar por visiones apocalípticas cuando las cosas no van bien durante unos partidos. Y tampoco se deshace en elogios desmedidos tras una exhibición futbolística de su equipo.
Eso sí, todo ello no excluye el gen festivo… siempre y cuando haya de verdad algo que celebrar. Como aquel día en que, como primer capitán en la historia del Bayer 04, tuvo el honor de levantar el trofeo de campeón de la Bundesliga (al que, como es sabido, se sumó pocos días después la Copa DFB). El hecho de que la Werkself, en el año del título, se convirtiera en el primer equipo de la historia de la Bundesliga en permanecer invicto durante los 34 partidos de la temporada, es otro sello único que siempre estará ligado a Hradecky.
Que calificara el momento en el que presentó la ensaladera de campeón a los aficionados, tras el último partido en casa contra el FC Augsburg, con palabras como «honor» y «el momento más bonito de mi carrera», volvió a demostrar de qué pasta está hecho este profesional. Un instante que, de por sí, cualquier aficionado del Bayer 04 llevará siempre consigo. Pero también un momento al que Hradecky añadió un valor extra de piel de gallina con un gesto nunca antes visto. «Los aficionados nos saludaban con las manos», recordaba después. «Tienen una gran parte de mérito en este campeonato, y quise devolverles algo por habernos apoyado y estado siempre detrás de nosotros, incluso en los momentos más difíciles».
Algo así, o parecido, se ha escuchado muchas veces en el fútbol. Sin embargo, a menudo ese agradecimiento apenas dura más que el momento en sí. Hradecky, en cambio, agradeció a los aficionados nada menos que con la tan ansiada ensaladera de campeón, esperada durante décadas. Trepó por encima de la valla publicitaria, subió a la tarima donde estaban los capos de los ultras y, entre una enorme ovación, les entregó el trofeo. Así nació un momento que, esta vez sí, parece hecho para la eternidad. Y donde en otros contextos se abusa de superlativos, el orgulloso padre demostró una vez más con este gesto que realmente entiende el alma del aficionado.
«Cuando perdí de vista la ensaladera durante unos segundos, me asusté un poco», confesó después. «Pero los aficionados la trataron mejor que yo al balón en alguna ocasión». Incluso en ese momento icónico, el capitán volvió a demostrar que, además de todas sus grandes cualidades, posee la rara virtud de saber reírse de sí mismo.
Así, el AS Mónaco incorpora como número uno al guardameta finlandés, nacido en aquel entonces en la ciudad checa de Bratislava, que también en el pequeño pero distinguido Principado del Adriático debería convertirse pronto en un referente muy apreciado para los aficionados. Máxime teniendo en cuenta que a esta mente privilegiada, que ya domina cuatro idiomas extranjeros —eslovaco, inglés, danés y alemán—, se le puede confiar sin duda que en poco tiempo también será capaz de expresarse en francés.