«Tuve una infancia muy feliz», recuerda Falko Götz al echar la vista atrás sobre sus primeros años de vida en la RDA. Criado en Berlín en los años 60, se benefició del amplio sistema de cuidado infantil del Estado socialista, al tiempo que disfrutaba de la educación abierta al mundo que le inculcaron sus padres. Su padre era dueño de varias panaderías, lo que lo convertía, dentro del sistema político de la RDA, en un proveedor esencial. En el universo personal de Götz, en cambio, todo apuntaba desde bien temprano en una dirección clara: «Siempre sentí una necesidad enorme de estar en movimiento».
Con apenas nueve años, Götz se incorpora en 1971 a las categorías inferiores del BFC Dynamo. A partir de 1979 forma parte del primer equipo y contribuye directamente al éxito creciente del club berlinés. Con ellos logra tres títulos de liga de la DDR-Oberliga y es convocado para las selecciones sub 18 y sub 21 del país. «Antes de que me permitieran viajar al Oeste para jugar partidos, la Stasi investigaba a fondo mi entorno y también el de mis padres».
Pese a su alto rendimiento en el BFC, Götz se siente discriminado por el sistema de promoción deportiva del Estado debido a que su madre tenía familia en la Alemania Occidental: «Me sentía perjudicado. Quería hacer el Abitur [bachillerato], pero solo me permitieron una formación profesional. No me concedían vivienda, ni coche, siempre tenía que esperar más que los demás». A esto se sumaba la obsesión del club por destacar a nivel internacional: «En nuestros primeros partidos en competiciones europeas nos echaron sustancias estimulantes en las bebidas sin que lo supiéramos». Aunque no sufrió secuelas físicas, Götz se unió en 2004 a una demanda colectiva contra su antiguo club.
«Desde pequeño veía cada semana el programa Sportschau», recuerda Falko Götz. Ya de niño, el joven futbolista soñaba con jugar algún día en la Bundesliga, un anhelo que ni los títulos en la Oberliga de la RDA lograban apagar: «La Oberliga era buena, pero la Bundesliga estaba a otro nivel. Yo quería vivir esa atmósfera, esa vida de futbolista profesional y, por supuesto, esa libertad. Para mí era muy importante que fuera el rendimiento el que determinara en qué club juegas. Quería saber si podía estar a la altura en la Bundesliga».
La situación que vivía en la RDA le incomodaba, pero fue su sueño de jugar en la Bundesliga lo que empujó finalmente a Falko Götz a escapar. Aun así, decidió no precipitarse: «No quería irme con 18 años. Primero quería ganarme una buena reputación, jugar en la Oberliga y también con la selección». En 1983, vio su oportunidad y la aprovechó: junto a su compañero y amigo Dirk Schlegel, aprovechó un partido de la Copa de Europa contra el Partizán de Belgrado para dar el salto y buscar una vida con más libertad y fútbol al más alto nivel. Durante un paseo por la ciudad, ambos lograron despistar a sus vigilantes de la Stasi entrando por la puerta lateral de una tienda de discos. Desde allí tomaron un taxi hacia la embajada de Alemania Occidental. Con documentos falsos, un coche y un tren nocturno, cruzaron Zagreb y Liubliana hasta llegar a Múnich. Una fuga de película.
«Aún hoy se me pone la piel de gallina cuando lo recuerdo. Todo duró 25 horas. Y me alegra haberlo hecho siendo tan joven, porque en ese momento no era consciente de todo lo que podía haber salido mal». Su familia se quedó en el Este. Su madre fue interrogada durante horas por la Stasi en su cuartel general de Berlín-Hohenschönhausen. «Mis padres lo sabían todo y me apoyaron en todo momento. Me dijeron: “No te preocupes, estamos contigo”», cuenta Götz visiblemente emocionado. «Estoy increíblemente agradecido de que todo saliera bien», concluye sobre aquel episodio que marcó su vida.
Una vez en la República Federal, Götz recibe ofertas de once clubes de la Bundesliga. Junto a Schlegel, elige Leverkusen. «Por un lado, porque el Bayer 04 nos quería a los dos juntos, y por otro, porque el club no nos presionó en ningún momento y nos ayudó muchísimo a adaptarnos. Especialmente el entrenador de entonces, Dettmar Cramer, fue un gran apoyo: nos visitaba con frecuencia y hasta nos invitaba a comer cuando no teníamos nada en la nevera» (ríe).
En aquella época, era habitual que la FIFA impusiera una sanción de un año sin poder jugar a los futbolistas que huían de la RDA. Durante ese tiempo, además de entrenar, Götz y Schlegel trabajaban en unos grandes almacenes para ganarse un dinero extra. Cuando finalmente obtienen el permiso para competir, Cramer no duda ni un segundo: alinea a Schlegel como titular ante el Arminia Bielefeld y saca a Götz en la segunda mitad. «Ese fue uno de los momentos decisivos de mi carrera. Llevas un año entrenando sin competir… y el entrenador te pone directamente en el primer partido».
Mientras Götz se consolida rápidamente como titular en el Werkself, la Stasi aún no lo pierde completamente de vista. Algunos agentes lo vigilan a él y a su casa, e incluso llega a trasladarse unos días a un hotel. «Intentamos justificar nuestra huida desde un punto de vista deportivo. De lo contrario, podríamos haber causado problemas a nuestros familiares en el Este», explica Götz. Como nunca habló mal de su antigua patria, los intentos de repatriación cesaron pronto. Aun así, los partidos en el bloque del Este eran imposibles para él. En octubre de 1986, no pudo viajar a un encuentro contra el Dukla Praga porque las autoridades checoslovacas no garantizaban su seguridad.
A pesar de todo, Falko Götz tuvo éxito en el Bayer 04. En 1988 ganó la Copa de la UEFA y marcó el 2-0 en la histórica remontada ante el Espanyol, después del 0-3 en la ida. No tuvo que lanzar penalti: «Yo era el quinto lanzador previsto, pero me alegré mucho de que Rudi Vollborn ya hubiera decidido el partido antes desde la portería». En total, Götz disputó 140 partidos con el Bayer 04 y anotó 33 goles.
«No todo en Occidente pudo reemplazarme el Este», resume Falko Götz sobre su vida hasta la caída del Muro el 9 de noviembre de 1989. «Tenía muchos amigos y a mi familia en la RDA. Solo mi padre pudo visitarme alguna vez a solas». Él mismo no pudo volver a pasar al Este hasta que el Muro cayó: «Cuando estaba en el Este, quería ir al Oeste. Pero una vez en el Oeste, quería volver de vez en cuando al Este. Con la caída del Muro, todos los obstáculos entre mí y las personas que amaba allá desaparecieron».
Aun así, no se arrepiente de su arriesgada huida seis años antes: «El tiempo me dio la razón. Si hubiese salido del Este recién en 1989, ya tendría 27 años. Mi carrera estaría tocando a su fin y habría sido muy difícil triunfar en la Bundesliga».
En 2019, Falko Götz regresó al club de su vida —31 años después de dejar el Bayer 04 en 1988— para incorporarse al área de scouting. «Siempre me he sentido muy identificado con el Bayer 04 y mantuve el contacto con el club a través del equipo de veteranos. Tras coincidir con Rudi Völler en varias ocasiones, conocí a Fernando Carro en un torneo de leyendas. Con él y con Simon Rolfes surgió la idea de aprovechar mi experiencia como ojeador para este gran club. La evolución desde 2019 demuestra que fue una buena decisión. Estoy agradecido de haber podido aportar mi granito de arena».
También mantiene el vínculo con muchos compañeros de su etapa como jugador en el Bayer 04: «Hablo con Rudi Vollborn casi todas las semanas, también con Christian Schreier y muchos otros sigo en contacto». Con quien guarda una relación aún más especial es con quien lo trajo a Leverkusen: «Reiner Calmund es un amigo para toda la vida. Me encanta repasar con él todas las historias que compartimos… aunque la mayoría del tiempo hable él». (ríe)
Por motivos familiares, Falko Götz planea reducir un poco su actividad en el área de scouting, pero seguirá colaborando con el Werkself en otros ámbitos. Poder hacerlo en una Alemania unificada le llena de orgullo: «La reunificación ha sido clave para el desarrollo positivo de Alemania y de Europa. Me siento muy afortunado de poder vivir en este país».