De gra­das semi vacías a un esta­dio abarrotado

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Sin aficionados el fútbol no sería nada. Los fans son lo que le da sabor a la sopa. Siempre ha sido así. Puesto que en los primeros años de la Bundesliga casi siempre había tristeza en las inmediaciones del Estadio Ulrich-Haberland, la sopa del Leverkusen sabía rancia. Desde mitad de los años noventa el estadio en la calle Bismarck se ha convertido no solo en a menudo nombrado “joyero”, sino en una vitrina para partidos entretenidos en un estadio con todos los asientos vendidos.

El 18 de agosto de 1979, Michael Loch era uno de lo 15,000 aficionados en el Estadio Ulrich-Haberland. Como era lo habitual, llevaba su bufanda alrededor del cuello. El joven de 17 años sintió desde el silbatazo inicial la euforia, el aumento de las alegrías previas y la peculiaridad de la vista. En los puestos de comida de la tribuna en el bloque P se habían formado filas. Las salchichas y las ensaladas tenían un buen aspecto- y ambas sabían como siempre. Pero, aun así, este sábado se sentía algo distinto. Y es que el “Bayer” jugaba finalmente en la Bundesliga, por fin ante equipos grandes. Llegó a la liga superior. El adversario se llamaba Hertha BSc. El primer partido en casa en la primera división. Había pasado mucho tiempo para este momento.

Dicho sea de paso, Michael desde que tiene memoria recuerda haber entrado corriendo al estadio. De niño iba con su padre a ver los partidos de la Liga Regional Occidental, y después de forma frecuente iba a los partidos de la Segunda División Norte. Los partidos no tenían calidad y por lo tanto el ambiente era de flojera. De cualquier forma: era un asunto familiar. No solo se conocía a la gente en las gradas. Enseguida de finalizado el partido, se podía encontrar a uno que otro jugador tomando una cerveza en la casa club de a lado del estadio. Michael Loch, el hoy presidente de la iniciativa independiente “Nordkurve 12”, conocido como “Strelczyk “, cuenta con gusto la historia que le consiguió ese apodo. “Estaba con mi papá en el club local, por ahí de finales de los años sesenta, jugando con otros niños y de pronto había un refresco Fanta delante de mí”. Rápidamente se supo que la Fanta se la había invitado Friedhelm Strzelczyk. El extremo izquierdo con el ojo de vidrio se había cambiado en 1967 del entonces equipo de primera división Karlsruher Sc al equipo cerca del río Dhünn y jugó 1897 partidos con el Leverkusen en la Liga Regional. “El me daría luego otras tres o cuatro más.” Michael Loch estaba impresionado. Cuando muchos años después quiso inscribirse en un foro en la pagina werkself.com y se le solicito un nombre de usuario, lo primero que se le vino a la mente fue Strelczyk. Desde entonces no usa su nombre de pila y utiliza su apodo, con orgullo, tal y como un tradicional fan del Bayer 04 lo haría.

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Kurt Eigl anota el 1-0 contra el Hertha de Berlín, el primer gol en el estadio Ulrich-Haberland.

Regresando al partido contra el Hertha. 15,000 aficionados en el Estadio Ulrich-Haberland pudieron presenciar en el debut en casa, la primera victoria en la Bundesliga. Kurt Eigl fue el encargado de adelantar al equipo del entrenador Willibert Kremer al minuto 19 y nueve minutos después Peter Szech puso a los anfitriones con una ventaja de 2:0. El equipo de Berlín anotó poco antes del final el descuento. Después de la victoria 1-3, los tres puntos se iban al bolsillo del Bayer. Los aficionados festejan. Y “Strelczyk “estaba justo ahí. También Reinhard Theobald, socio fundador del club de fans “1. FanClub 1976 Leverkusen”, agita con felicidad su bandera hecha en casa. No obstante, se sentía el enojo el “Hertha-Fröschen”, el grupo de aficionados mala fama de Berlín. Los disturbios empezaron. “Ahí a orillas del río Dhünn detrás de la curva sur se vieron algunas escenas de pelea campal”, recuerda “Theo”. Pero con el tono en que lo cuenta, añade que fue algo “medio agresivo”. Cuando llega el momento, cualquier persona que profese de forma visible ser aficionado de un club, debe estar preparado para cualquier tipo de enfrentamiento.

En cuanto al ambiente, el Estadio Ulrich-Haberland estaba muy lejos de ser una olla de presión. Incluso en la temporada/ liguilla de ascenso 1978/1979, cuando Bockholt, Gelsdorf, Herzog y compañía hilaban victoria tras victoria y desde la segunda hasta la última jornada, hasta el partido 38 en la punta se encontraban, lograron en los 19 partidos en casa alrededor de 150,000 espectadores- en promedio apenas 8,000. En ese entonces el Estadio Ulrich-Haberland podía albergar a 22,000 aficionados. “Al salir a la cancha en la época cuando jugábamos en segunda división y mirabas los dos puestos de comida que estaban enfrente, alrededor de él había grandes huecos en las gradas y eso a veces te desilusionaba”, cuenta Jürgen Geldsdorf de forma sonriente.

Pero "Gelle" también tendría la oportunidad de vivir mejores tiempos que no tardaron en llegar. Cuando el 1. FC Köln, el campeón de la temporada pasada, llegó a Leverkusen en la sexta jornada, el estadio se llenó por primera vez. Ningún aficionado quería perderse el primer Derby del Rhein en la Bundesliga- Klaus Bruckmann llevó a los anfitriones a la cabeza. "Él me parecía muy bueno, porque siempre fue para los demás jugadores un hombre confiable", dice Strelczyk. El FC, sin embargo, estaba al borde de una derrota y el entrenador campeón Hennes Weisweiler estaba a punto de explotar en la banca, hasta que Dieter Müller del Colonia, rescató un punto (las fotos de abajo en la galería son testimonio de un emotivo duelo). El 1-1 de cualquier forma no les supo mucho a los aficionados visitantes. Primero desquitaron su enojo frente a un puesto de comida que acabaron demoliendo, “más tarde incluso hubo riñas en la ciudad de Leverkusen”, recuerda Strelczyk. Algunos consideraban que las peleas eran algo ya muy tradicional de las idas al estadio. El fútbol todavía no penetraba en la sociedad. Y los equipos no habían identificado a las familias y a los niños como grupos de interés.

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Futbolísticamente el Bayer no dejó casi que le anotaran gol en la primera temporada en la Bundesliga. Todo lo contrario: al grupo confirmó su dominio en casa y sólo vio una derrota frente al VFB Stuttgart (1-3). Al final quedaron en el lugar 12. En promedio fueron 14,000 aficionados al Estadio Ulrich-Haberland, unos 6,000 más que en la temporada. Un crecimiento de alrededor 42%. Respetable. Tanto más respetable porque equipos de tradición como el Eintracht Braunschweig (14.100 espectadores), el MSV Duisburg (16.800) y Werder Bremen (17.640) en esa temporada manejaban entradas similares. Estadios completamente vendidos era la excepción y no la regla. Fue así como en el partido fuera de casa que perdió el Leverkusen frente al Schalke 2-0 – su primera derrota en general en la Bundesliga y la única en la temporada 1979/1980- el 1 de diciembre, fue presenciado solo por 6,000 visitantes que estaban en las venerables inmediaciones del estacionamiento del estadio.

En la calle Bismarck en Leverkusen, Günter Maczkowiak es una voz reconocida del Bayer 04. Desde 1979 presume de ser el locutor del altavoz del estadio Ulrich-Haberland, y después en la Bayarena. 30 años lleva ejerciendo el trabajo, celebrando cada semana la alineación de su equipo, especialmente con más cariño nombres como Aaaarne Laaaaarsen-ÖÖÖÖÖkland, porque puede alargar su nombre tanto como él quiera, aunque siempre respetando al equipo contrario y sus aficionados. Maczkowiak y su colega Günter Weidner se encargan de la música acorde al programa marco de dirección del partido. Siempre se sienta en su pequeña cabina detrás de su micrófono. Un locutor de gran carácter, no un animador que calienta a las masas. “Los primeros años en las tribunas se festejaba de forma ordenada y conservativa, las emociones se mantenían a raya”, comentó Maczkowiak en alguna ocasión en una plática con un periódico de Leverkusen.

 

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Un estadio vacío: el partido contra el Núremberg el 13 de noviembre de 1982 tan solo lo quisieron ver 5.000 espectadores.

Naturalmente todo es cuestión de la perspectiva. Quien estuvo ahí, tiene diferentes recuerdos. Holger Krings vivió su primer partido en el estadio en el encuentro en casa frente al Eintracht Frankfurt el 23 de agosto de 1980. “Fue el partido donde Jürgen Gelsdorf lesionó a Bum-Kun Cha, quien después saldría de cambio y quien estuvo un tiempo de baja”, relata Holger. El mismo con 13 años estuvo en la Nordkurve, justo a lado de los aficionados del Eintracht.” Esta falta los encendió bastante. Después del partido, hubo abajo del puente “Stelze” una riña. Gelle incluso recibió después amenazas de muerte. De cualquier forma, Holger ya estaba enganchado, y se compró en una tienda de segunda mano una chaqueta de mezclilla, donde le cosió su primer parche del club de aficionados, misma que portó con orgullo en cada visita al estadio. Esta prenda de ropa - cada una decorada de forma única- abundaba en el estadio. La oferta de artículos conmemorativos no fue apreciable u existente durante la época de los 80. La palabra “merchandising” no se utilizaba. El mismo hombre tenía que usar la aguja y el hilo. Aquello que fuese creativo, individual, que fuera una declaración de estilo, no se publicaba en redes sociales para recibir “me gusta”, sino que se colocaba en las chamarras. Eso mostraba lo que uno defendía. 

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Portadores de chamarras y fans de la vieja escuela: Holger Krings (derecha) e Ingo Avermiddig.

Los encapuchados conformaban la imagen en la curva de aficionados en el Estadio Ulrich-Haberland. Ellos eran los encargados de ponerle color a la por general multitud apagada multitud que, entre finales de los ochenta y principios de los noventa se podía apreciar. Ya que los campeones del ascenso de 1979 habían encendido una pequeña pasión, pero mantener este fuego resultó ser mucho más difícil de lo que se pensaba. En la lucha por imponerse en la liga, el apoyo de la tribuna en los primeros años después del ascenso dejó mucho que desear. En la temporada 1981/82, cuando al final el equipo se peleaba el descenso contra el Kickers Offenbach, un promedio de solo 9,600 aficionados quiso presenciar los partidos de su equipo. Un año más tarde, únicamente 9,000 aficionados de hueso colorado como Strelczyk, Theo und Holger siguieron acudiendo. Los grupos de aficionados como el 1. Fanclub 1976 y el Schwärzen Wölfe, que en este año celebran su 40 aniversario, se encargaban de animar la tribuna. “Éramos los ultras en ese entonces”, ríe Theo. No eran frecuentes los ultras, como tampoco lo era el “Capo”, el cántico principal, que hoy es imposible de olvidar en la mayoría de los estadios. Sea como sea, en ese entonces también cantaban:

"El Hörster centra el pase, hejahejahe
El Szech, que cabecea el balón, hejahejahe.
El campeón alemán viene del Rin, hejahejahe
Ese solo puede ser el Bayer, hejahejahe.”

Los nombres en las dos primeras líneas pueden ajustarse convenientemente según sea necesario. "Los cánticos como este han desaparecido hace tiempo de nuestro repertorio de canciones, una lástima", dice Holger.

Cuando se empezó con la remodelación del estadio para volverlo uno techado en 1986, esto se reflejó por supuesto en el número de espectadores. En la temporada 1987/88, que terminó con el trofeo de la Copa de la UEFA, un promedio de 9.500 visitantes acudió a la zona de construcción Ulrich-Haberland-Stadion. "En la liga, sin embargo, no habíamos jugado una buena temporada", dice Rüdiger Vollborn. Al final, solo nos alcanzó para el lugar 8. Y cuando no funcionaba lo deportivo, venían incluso menos espectadores. Eso pasó en algún momento en Leverkusen.

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Podías dirigir bien al equipo desde atrás. Te podían oír porque estaba todo tan silencioso.

Por lo menos el vacío tenía ciertas ventajas. "Podías manejar bien al equipo desde atrás. Te oían porque todo estaba tan silencioso", dice el portero leyenda Vollborn con una sonrisa.

Con la modernización del estadio frecuentemente conocido como el “joyero”, pero sobre todo con la contratación de jugadores como Ulf Kirsten, Andy Thom y estrellas mundiales como Bernd Schuster y Rudi Völler, el número de espectadores se disparó. "Cuando me mudé a Bayer 04 en 1994, cada dos partidos en casa era un partido como si fuéramos el visitante ", dijo Völler. Pero la victoria de la Copa DFB en 1993 había desarrollado un empuje. Un promedio de 19,100 espectadores acudió en la siguiente temporada, un año después, la cifra volvió a aumentar con 3,700 a 22,800 espectadores. El Ulrich-Haberland-Stadion recibió un total de casi 28,000 espectadores, agotándose las entradas, por ejemplo, en la temporada 1994/95 en el 2-2 contra Borussia Dortmund, 3-1 contra Colonia y 2-0 contra Bayern.

Mientras tanto, una mayor cantidad de público se animaba a visitar el estadio. El Bayer 04 hizo que la tribuna del lado oeste fuera más atractiva para las familias con la “Familystreet”. (vea la primera imagen a continuación en la galería de imágenes). El "ambiente grupal” originó las primeras coreografías coloridas en la curva para los aficionados. Los Ultras del Leverkusen con su propia concepción de la cultura de los fanáticos, también contribuyeron a mejorar el estado de ánimo. Cuando la grada sur quedó lista en agosto de 1997, el estadio tenía una capacidad de 22,500 asientos. Y debido a que el equipo bajo Christoph Daum jugó a un emocionante fútbol, fue subcampeón tres veces y en una ocasión tercer lugar, la multitud regresó al estadio, que fue llamado BayArena desde 1998 . El Werkself con sus Emersons, Lucios, Ballacks, Schneider, Zé Robertos, Neuvilles, Ramelows, Nowotnys y Berbatovs causó sensación en el campo, se estableció en la liga más importante del fútbol alemán y se convirtió en un club internacional de clase alta, jugando de forma regular en la Liga de Campeones. Las ventas de abonos de temporada aumentaron rápidamente: hoy hay 19,000 seguidores con boletos rojinegros anuales. 

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Desde 1997 hasta 2007, la BayArena alcanzó casi siempre a llenar su capacidad máxima. Los fanáticos celebraron grandes encuentros futbolísticos, apoyaron a su equipo como el duodécimo hombre y crearon una atmósfera emocionante. "El club y el potencial de los fanáticos se ha desarrollado muy bien", dice Rudi Völler, director deportivo del Bayer 04. Los partidos locales ya no se sentían como si se tratase de una visita. Con la reciente reconstrucción en el 2009 la capacidad de BayArena aumentó a 30,210 asientos. El club mejoró continuamente el servicio, aumentó el confort, se modernizó en todas las áreas, puso gran énfasis en un buen concepto de seguridad y convirtió el BayArena en uno de los estadios más hermosos de Alemania. Hasta la temporada pasada, en promedio, había siempre más de 28,000 espectadores.

En la presente temporada, la asistencia promedio se encuentra por primera vez en diez años nuevamente por debajo de esta marca. El ligero descenso en la audiencia no lo quiere ocultar Meinolf Sprink, director de relaciones públicas del Bayer 04. "En la primera ronda, solo el partido contra el Borussia Dortmund se agotó. Por supuesto que estamos enfrentando un desafío", dice Sprink. "Los fanáticos ahora tienen muchas oportunidades para ver los partidos en vivo en varios canales, incluso en los celulares. Según el clima, el día de la semana y la hora de inicio del partido, algunas personas deciden no visitar el estadio”. Pero Sprink también señala que los fanáticos están cada vez más conscientes de lo que el entorno del fútbol implica. "Los clubes y los futbolistas profesionales son igualmente responsables de no descuidar el contacto con su base. No se debe alejar a los aficionados ".

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Uno de los hinchas más fieles del equipo: Michael Loch, al que en el estadio le conocen como "Strelczyk".

Aficionados como Michael Loch alias Strelczyk seguirán arribando en un futuro al estadio. En los 40 años que lleva el Bayer 04 en la Bundesliga solo ha faltado a 15 encuentros donde su equipo jugó como local. Apenas en el 2017 fue cuando su impresionante racha de presenciar 430 partidos en vivo de forma seguida (tanto en la BayArena como fuera de casa) llegó a su fin. Pero así de locos por el Bayer 04 no lo están todos.